Carlos Monsiváis murió hace 15 años, un 19 de junio. Ese día el mundo cultural enmudeció, se había ido uno de los intelectuales más influyentes del Siglo XX en México. Y es que él lo sabía todo, o casi todo, sobre todo lo que nos conforma como país. Escribió innumerables textos sobre literatura, cine, cultura popular, política, y lo hizo a través del género “monsiviano”: la crónica ensayística.
Fue un hombre que podía hablar lo mismo de Gloria Trevi o Juan Gabriel, que de la crisis petrolera o los derechos civiles y la justicia social, por eso se decía que tenía el don de la ubicuidad: podíamos verlo en una entrevista televisiva, en una marcha, en una presentación de libro o en una conferencia, siempre hablando con lucidez, erudición e ironía.
Este hombre tan público era, al mismo tiempo, muy privado. Tres lustros después de su partida Marta Lamas y Rodrigo Parrini invitaron a 35 figuras de la vida pública del país a compartir sus recuerdos con Monsiváis o sus ideas sobre él. El resultado es Nostalgia de Monsiváis, publicado por Siglo XXI Editores, un libro que ofrece historias desconocidas hasta ahora como sus últimos días de vida, su forma de ser amigo, su ironía puntiaguda y, a veces, dolorosa; su pasión ferviente por el cine, su compromiso irrevocable con la justicia, su amor incondicional a los gatos. En suma, es un retrato coral de un hombre entrañable.

Además del aniversario luctuoso, este libro surge de una anécdota estremecedora: Los jóvenes alumnos de Parrini no conocían al autor de Días de guardar. “Esa realidad nos impactó”, dice Lamas. Por eso, los antropólogos quisieron mostrar algunas facetas del hombre múltiple que fue Monsiváis. “Mis alumnos son muy jóvenes, tienen unos 22 años y no lo conocían, no lo habían leído. Así que hicimos este retrato coral, que es también el retrato de México. El libro logra mostrar cómo gente muy distinta, con intereses muy distintos, con mundos muy distintos, confluían en esta especie de catalizador político, cultural, emocional, histórico que fue Monsiváis y creo que catalizadores como él ya no existen en este momento y no sé si volverán a existir”, apunta Parrini.
Algunos de los convocados son los periodistas Javier Aranda Luna, Jenaro Villamil y Jesús Ramírez, el caricaturista Rafael Barajas El Fisgón, las escritoras Elena Poniatowska y Margo Glantz, el activista Alejandro Brito, el gestor cultural Gerardo Estrada, la editora Consuelo Sáizar; y el escritor Juan Villoro. “Consuelo Sáizar fue cercana a Carlos y aunque está en una postura política distinta a la mía y a la de Carlos, tenía que estar en el libro; él era amigo de Gerardo Estrada, de Iván Restrepo, que no es para nada cuatrotero oficialista. Tenían que estar todos los que pudimos, la idea fue tratar de armar un esbozo, un borrador de quién era Carlos”, dice Lamas.
Parrini, añade: “Monsiváis combinó una gran exposición pública con misterios, nunca se termina de develar quién es, cómo se siente, qué piensa. Logró mantener una especie de intimidad, como un poco inexpugnable, quizá los más cercanos a él fueron sus gatos, con ellos había como una especie de contacto sin restricciones. Con las personas, los que escriben acá, hay una cercanía, pero también guarda un espacio, como una intimidad portátil por decirlo así”.

Develar esta cierta intimidad de la vida privada tiene una misión doble: acercar más a quienes sí lo conocieron y/o lo leyeron, y poner en relieve a un intelectual que nunca renunció a la profundidad del pensamiento, como en sus crónicas en las que, dice Parrini, hay una “densidad histórica y política”.
Además, dice Lamas, hay un disfrute en el retrato de un Carlos con gran sentido del humor. “¡Antonio Saborit nos dio una foto de Carlos vestido con shorts en Harvard!”, dice Lamas. Y es que esa apariencia desenfadada, siempre despeinado, era también una forma de ser que hoy, sin duda, se extraña. “Carlos podía ser malicioso, podía ser irónico, podría darte un comentario que te hacía pedazos, pero no era payaso. Alejandro Brito y yo íbamos con él a muchas marchas y Alejandro me decía que debíamos de imprimir estampitas con la foto de Monsiváis e ir detrás de él, vendiéndolas a peso, y que nos íbamos a hacer ricos”, cierra Lamas.
Por Alida Piñón
EEZ