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13%: ¿por qué?

Publicado el: June 4, 2025

Casi 9 de cada 10 mexicanos que podían votar no lo hicieron. “Día histórico”, dice la presidenta. Y sí: con 13% de participación, las del domingo fueron las elecciones con mayor abstencionismo en la historia. Sheinbaum ganó con 60% de los votos, tiene una aprobación cercana al 80%, su coalición gobierna 75% de las entidades federativas y tiene mayoría en 84% de los congresos estatales, además de que controla la mayoría calificada en el Congreso de la Unión. Pero el refrendo vía voto popular de la reforma judicial no llegó ni al 15%. ¿Por qué?

Uno, porque lo malhecho del proceso, el desconocimiento de los candidatos y lo complicado de la boleta le imponían al electorado un esfuerzo cognitivo absurdo (y más tratándose de un ejercicio que se hacía por primera vez). Entender por quién y para qué se estaba votando requería demasiado tiempo y atención. Frente a semejante carga, la mayoría optó por desentenderse. Lo dicho: por diseño y/o implementación, se trató de una elección desmovilizadora.



Dos, porque los partidos funcionan como “marcas” políticas: comunican valores, reputación e intereses; al hacerlo, ayudan al electorado a identificar sus preferencias y definir su voto. Sin partidos en la boleta (y sobre todo habiendo tantos candidatos) la información se fragmenta y la decisión de por quién votar se vuelve mucho más difícil, pues los votantes carecen de coordenadas elementales que los orienten entre cientos de nombres que no les dicen nada.

Tres, porque las autoridades electorales se mostraron disminuidas y dóciles. Su desempeño, en consecuencia, comienza a generar desconfianza. Quizá eso también contribuyó a inhibir la participación.

Cuatro, porque esta es la primera elección post-AMLO. Y sin la fuerza del pegamento que representaba ese indiscutible liderazgo carismático, su coalición ya no tiene la unidad ni la “mística” que tuvo antes. ¿Será que sin López Obrador al frente el obradorismo ya no es lo que era?

Y cinco, porque todo indica que la coalición hegemónica no quiso o no pudo recurrir más que a su voto duro y a sus estructuras clientelares. Dado lo predecible del abstencionismo, con eso le bastaba. Y en dicha apuesta imperó la coordinación respecto a los cargos de mayor jerarquía (ministros, tribunal de disciplina y sala electoral) pero la competencia en todos los demás (magistrados y jueces). Para los de arriba, el mandato de los acordeones; para los de abajo, que cada quién se coma lo que pesque. Total, la reforma prevé que quienes tengan la arrogancia de sentirse libres serán debidamente sancionados.

Más que un ejercicio para “democratizar la justicia”, lo que hubo el domingo fue una disputa por el botín de un nuevo Poder Judicial que nace muy maltrecho. Y lo que viene será el caos judicial: incapacidad para procesar el conflicto por la vía de los tribunales, dificultad para que la ciudadanía se defienda contra los abusos de la autoridad y pleitos al interior de la coalición en el poder por el control de la judicatura.

POR CARLOS BRAVO REGIDOR

COLABORADOR

@CARLOSBRAVOREG

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